CENICIENTA EN OTOÑO

Este blog servirá de memoria del Curso de Humanidades organizado por la Universidad Autónoma de Madrid

Los cuentos de hadas forman parte de la tradición cultural de nuestro entorno, son leídos a los niños y por los niños desde muy pronto, versionados de mil maneras, nos acompañan toda la vida. Siendo esta una facultad de educación dedicar un curso de humanidades a trabajar monográficamente sobre un cuento como la Cenicienta, uno de los más divulgados y reinterpretados, es una ocasión para disfrutar de la magia de los cuentos de hadas y afinar nuestro sentido crítico a la vez que nos adentramos en charlas, debates y talleres absolutamente interdisciplinares que proponen ópticas muy agudas y diversas que harán que desentrañemos y encontremos nuevos significados a una historia tan divulgada. También es una ocasión para convivir y compartir las comidas meriendas y cafetitos picnic cenicientos, es tan importante la alimentación y la socialización tan unida a la comida, que en este grupo de cenicientas y cenicientos se hará alma común, en la comunión colectiva. (Todos vamos a ir vestidos de cenicientas y cenicientos, con un zapato colgando y haremos tribu cenicientil)

Cómo conseguir los créditos

Para conseguir los dos créditos de libre configuración o bien el crédito ECTS tenéis que abrir un blog desde la página http://www.blogger.com/ en este blog pondréis vuestro nombre y apellidos, una fotografía y una dirección de email.
En el blog realizaréis una memoria de lo vivido en el curso de la Cenicienta en otoño, tanto en imágenes como en palabras. Podéis incluir fotos, vídeos, dibujos...
Necesariamente una fotografía con vuestro vestido ceniciento.
VUESTROS BLOGS LOS LINKARÉ A ESTE GENERAL PARA QUE TODOS PODAMOS COMPARTIR LA EXPERIENCIA.
La dirección de vuestro blog (dirección http) me la enviaréis a bandeirapilar@gmail.com

Las ponentes y organizadoras cenicientas

Los participantes van llegando al curso

Comiditas cenicientas

Momentos Cenicientos

Mostrando entradas con la etiqueta Pilar Pérez. Mostrar todas las entradas
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sábado, 5 de diciembre de 2009

Putacienta

Una versión parodiada, absolutamente ordinaria, que parece hecha por hombres y que manifiesta justamente esa misoginia latente en el sistema patriarcal que construye la rivalidad entre las mujeres. Los diálogos son repugnantes pero dice mucho de la cultura antropocéntrica, al menos de ciertos ámbitos que lo admiten, y encima les hace gracia.

Floricienta

Sonia Trillo recomienda esta serie, versión de Cenicienta para adolescentes, cargada de estereotipos. Aquí un videoclip de la serie.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Pedro Picapiedra Ceniciento

Pedro Picapiedra, también ceniciento. La caricatura en tres fragmentos.





El Ceniciento a la española

Miguel Gila dirigido en 1955 por Juan Lladó interpreta a un camarero ceniciento.

Cinderella en teatro de sombras

La autora alemana Lotte Reiniger, realizó en 1954 esta hermosa versión de Cenicienta con una animación de figuras cortadas, esta artista desarrolló una obra de más de 40 animaciones, buena parte de ellas basadas en cuentos de hadas.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Versión de la Cenicienta de Basile siguiendo a Bettelheim



"En el mundo occidental, la historia del origen de Cenicienta empieza con la primera versión publicada, a cargo de Basile, la Gata Cenicienta: En ella aparece un príncipe viudo que quiere tanto a su hija que no veía más que por sus ojos. Pasado un tiempo se casa con una malvada mujer que odia profundamente a la niña -podemos suponer que siente celos de ella- y le lanzaba unas miradas tan penetrantes que la hacían estremecer de miedo. La muchacha se queja de ello a su querida nodriza, diciéndole que la hubiera preferido a ella como madre. Ésta, alentada por esas palabras, indica a la niña, llamada Zezolla, que le pida a su madrastra que busque algunos vestidos en un viejo baúl. De este modo, Zezolla podrá dejar caer la tapa del arca sobre la cabeza de la madrastra y romperle el cuello. La niña sigue los consejos de la nodriza y da muerte a la perversa mujer. A continuación convence a su padre para que se case con la nodriza.
Algunos días después de la boda, se descubre que la nueva esposa tenía seis hijas que había mantenido ocultas hasta aquel momento. Entonces, empieza a degradar a Zezolla a los ojos de su padre: Fue rebajada de tal modo que pasó de los salones a la cocina, de sus aposentos a los fogones, de espléndidos vestidos de seda y oro a burdos delantales, y del cetro al asador; no sólo cambió su posición sino también su nombre; dejó de llamarse Zezolla para tomar el nombre de Gata Cenicienta.
Un día, cuando el príncipe debe salir de viaje, pregunta a sus hijas qué regalo desean que les traiga. Las hijastras piden cosas sumamente valiosas, mientras Zezolla quiere únicamente que la paloma de las hadas le conceda algún presente. El obsequio que hace llegar a sus manos es una palmera, con todo lo necesario para plantarla y cultivarla. Después de haber plantado y cuidado el árbol con gran esmero, la niña lo ve crecer hasta alcanzar el tamaño de una mujer. Entonces, del árbol surge un hada, dispuesta a conceder a Gata Cenicienta todo lo que ésta desee. Todo lo que pide es que se le permita abandonar la casa sin que se enteren sus hermanastras.
Un día se celebra una fiesta a la que asisten las hermanastras elegantemente vestidas. Tan pronto como se queda sola, Gata Cenicienta corrió al árbol y pronunció las palabras que el hada le había enseñado, viéndose, al instante, ataviada como una reina. El rey de aquellas tierras, que también acude a la fiesta, queda prendado de la extraordinaria belleza de Gata Cenicienta. Para averiguar quién es, en realidad, aquella hermosa doncella, ordena a uno de sus criados que la siga al salir del baile, pero la muchacha consigue esquivarlo. Al cabo de un tiempo se celebra otra fiesta, en la que ocurre exactamente lo mismo. Durante la tercera recepción, se repiten los mismos hechos, pero, esta vez, mientras el criado sigue a Gata Cenicienta, ésta pierde una de sus chinelas, la más bella y extraordinaria que os podáis imaginar. (En la época de Basile, las mujeres napolitanas, cuando salían, se calzaban unos zapatos de tacón alto, llamados chinelas.) Para poder encontrar a la bella muchacha a quien pertenece la zapatilla, el rey celebra una fiesta y ordena a todas las mujeres del reino que acudan a ella. Al final del baile, el rey obliga a cada una de ellas a que se pruebe la chinela y, al irse acercando a Zezolla, el zapato escapó de sus manos y fue a ajustarse al diminuto pie de la muchacha. Ante esta evidencia, el rey convierte a Zezolla en su esposa, mientras que las hermanas, pálidas de envidia, salieron sigilosamente de palacio".

Popeye Cinderfella

Betty Boop Cinderella

El famoso dibujo animado de los años 30 y 40 también tiene su Cinderella, para representarlo Betty tradicionalmente morena, se ve con el pelo más claro.

"Cinderfella", El Ceniciento con Jerry Lewis

Película dirigida por Frank Tashlin en 1960, protagonizada por Jerry Lewis. Linko la película completa, en este caso no enlaza, hay que ir cliqueando en cada parte, son once fragmentos.





















El Ceniciento con el cómico Tin Tan

"El Ceniciento" (1951) película mexicana con el cómico Germán Valdés (Tin Tan). Dirigida por Gilberto Martínez Solares. En vez de hada madrina hay un padrino un poquitín políticamente incorrecto. Se puede ver la película íntegra desde youtube, iniciando con el link de la parte 1 va continuando las siguientes partes que se enlazan.

Sinopsis:


El chamula Valentín llega a la Ciudad de México a hospedarse con sus paisanos Marcelo y Sirenia, padres de once hijos marimberos y dos más. Marcelo atiende a Valentín con gusto hasta que se da cuenta de que es pobre y lo echa de la casa. A sugerencia de Sirenia, Marcelo emplea a Valentín como sirviente y lo explota sin piedad. Pero con la ayuda del sinvergüenza de Andrés, la suerte de Valentín cobra un giro inesperado.

Comentario:

Despiadada parodia de la popular historia de Perrault -de moda en 1951 gracias a la película animada de Disney- El ceniciento es una de las cintas más divertidas y recordadas de la extensa filmografía "tintanesca". La mancuerna formada por el talento chispeante de Tin Tan y el magistral humor negro de don Andrés Soler vale por sí sola toda la película.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Versión de Vassalissa la bella en castellano reducida


En un reino vivía una vez un comerciante con su mujer y su única hija, llamada Vasilisa la Hermosa.
Al cumplir la niña los ocho años se puso enferma su madre, y presintiendo su próxima muerte llamó a Vasilisa, le dio una Muñeca y le dijo:
- Escúchame, hijita mía, y acuérdate bien de mis últimas palabras. Yo me muero y con mi bendición te dejo esta Muñeca - guárdala siempre con cuidado, sin mostrarla a nadie, y cuando te suceda alguna desdicha, pídele consejo.

Después de haber dicho estas palabras, la madre besó a su hija, suspiró y se murió.

El comerciante, al quedarse viudo, se entristeció mucho, pero pasó tiempo, se fue consolando y decidió volver a casarse.

Era un hombre bueno y muchas mujeres lo deseaban por marido, pero entre todas eligió una viuda que tenía dos hijas de la edad de Vasilisa y que en toda la comarca tenía fama de ser buena madre y ama de casa ejemplar.

El comerciante se casó con ella, pero pronto comprendió que se había equivocado, pues no encontró la buena madre que para su hija deseaba.

Vasilisa era la joven más hermosa de la aldea. La madrastra y sus hijas, envidiosas de su belleza, la mortificaban continuamente y le imponían toda clase de trabajos para ajar su hermosura a fuerza de cansancio y para que el aire y el sol quemaran su cutis delicado.

Vasilisa soportaba todo con resignación y cada día crecía su hermosura, mientras que las hijas de la madrastra, a pesar de estar siempre ociosas, se afeaban por la envidia que tenían a su hermana.

La causa de esto no era ni más ni menos que la buena Muñeca, sin la ayuda de la cual Vasilisa nunca hubiera podido cumplir con todas sus obligaciones. La Muñeca la consolaba en sus desdichas, dándole buenos consejos y trabajando con ella.

Así pasaron algunos años y las muchachas llegaron a la edad de casarse.

Todos los jóvenes de la ciudad solicitaban casarse con Vasilisa, sin hacer caso alguno de las hijas de la madrastra.

Ésta, cada vez más enfadada, contestaba a todos:

- No casaré a la menor antes de que se casen las mayores.

Y después de haber despedido a los pretendientes, se vengaba de la pobre Vasilisa con golpes e injurias.

Un día el comerciante tuvo necesidad de hacer un viaje y se marchó.

Entretanto, la madrastra se mudó a una casa que se hallaba cerca de un espeso bosque en el que, según decía la gente, aunque nadie lo había visto, vivía la terrible bruja Baba-Yaga. Nadie osaba acercarse a aquellos lugares, porque Baba-Yaga se comía a los hombres como si fueran pollos.

Después de instaladas en el nuevo alojamiento, la madrastra, con diferentes pretextos, enviaba a Vasilisa al bosque con frecuencia, pero a pesar de todas sus astucias la joven volvía siempre a casa, guiada por la Muñeca, que no permitía que Vasilisa se acercase a la cabaña de la temible bruja.

Llegó el otoño, y un día la madrastra dio a cada una de las tres muchachas una labor - a una le ordenó que hiciese encaje, a otra, que hiciese medias y a Vasilisa le mandó hilar, obligándolas a presentarle cada día una cierta cantidad de trabajo hecho.

Apagó todas las luces de la casa, excepto una vela que dejó encendida en la habitación donde trabajaban sus hijas, y se acostó.

Poco a poco, mientras las muchachas estaban trabajando, se formó en la vela un pabilo, y una de las hijas de la madrastra, con el pretexto de cortarlo, apagó la luz con las tijeras.

- ¿Qué haremos ahora? - dijeron las jóvenes, - no había más luz que ésta en toda la casa y nuestras labores no están aún terminadas, - ¡Habrá que ir en busca de luz a la cabaña de Baba-Yaga!

-Yo tengo luz de mis alfileres - dijo la que hacía el encaje, - no iré yo.

- Tampoco iré yo - añadió la que hacía las medias, - tengo luz de mis agujas.

-¡Tienes que ir tú en busca de luz! - exclamaron ambas, - ¡Anda! ¡Ve a casa de Baba-Yaga!

Y al decir esto echaron a Vasilisa de la habitación.

Vasilisa se dirigió sin luz a su cuarto, puso la cena delante de la Muñeca y le dijo:

- Come, Muñeca mía, y escucha mi desdicha. Me mandan a buscar luz a la cabaña de Baba-Yaga y ésta me comerá. ¡Pobre de mí!

- No tengas miedo - le contestó la Muñeca, - ve donde te manden, pero no te olvides de llevarme contigo, ya sabes que no te abandonaré en ninguna ocasión.

Vasilisa se metió la Muñeca en el bolsillo, se persignó y se fue al bosque.

La pobrecita iba temblando, cuando de repente pasó rápidamente por delante de ella un jinete blanco como la nieve, vestido de blanco, montado en un caballo blanco y con un arnés blanco, en seguida empezó a amanecer.

Siguió su camino y vio pasar otro jinete rojo, vestido de rojo y montado en un corcel rojo, y en seguida empezó a levantarse el sol.

Durante todo el día y toda la noche anduvo Vasilisa, y sólo al atardecer del día siguiente llegó al claro donde se hallaba la cabaña de Baba-Yaga, la cerca que la rodeaba estaba hecha de huesos humanos rematados por calaveras, las puertas eran piernas humanas, los cerrojos, manos, y la cerradura, una boca con dientes. Vasilisa se llenó de espanto.

De pronto apareció un jinete todo negro, vestido de negro y montando un caballo negro, que al aproximarse a las puertas de la cabaña de Baba-Yaga desapareció como si se lo hubiese tragado la tierra... En seguida se hizo de noche.

No duró mucho la oscuridad: de las cuencas de los ojos de todas las calaveras salió una luz que alumbró el claro del bosque como si fuese de día. Vasilisa temblaba de miedo y no sabiendo dónde esconderse, permanecía quieta.

De pronto se oyó un tremendo alboroto: los árboles crujían, las hojas secas estallaban y la espantosa bruja Baba-Yaga apareció saliendo del bosque, sentada en su mortero, arreando con el mazo y barriendo sus huellas con la escoba.

Se acercó a la puerta, se paró, y husmeando el aire, gritó:

- ¡Huele a carne humana! ¿Quién está ahí?

Vasilisa se acercó a la vieja, la saludó con mucho respeto y le dijo:

- Soy yo, abuelita. Las hijas de mi madrastra me han mandado que venga a pedirte luz.

- Bueno - contestó la bruja, - las conozco bien, quédate en mi casa y si me sirves a mi gusto te daré la luz.

Luego, dirigiéndose a las puertas, exclamó:

- ¡Ea! Mis fuertes cerrojos, ¡ábranse! ¡Ea! Mis anchas puertas, ¡déjenme pasar!

Las puertas se abrieron y Baba-Yaga entró silbando, acompañada de Vasilisa, y las puertas se volvieron a cerrar solas.

Una vez dentro de la cabaña, la bruja se echó en un banco y dijo:

- ¡Quiero cenar! ¡Sirve toda la comida que está en el horno!

Vasilisa encendió una tea acercándola a una calavera, y se puso a sacar la comida del horno y a servírsela a Baba-Yaga...

La comida era tan abundante que habría podido satisfacer el hambre de diez hombres. Después trajo de la bodega vinos, cerveza, aguardiente y otras bebidas. Todo se lo comió y se lo bebió la bruja, y a Vasilisa le dejó tan sólo un poquitín de sopa de coles y una cortecita de pan.

Se preparó para acostarse y dijo a la nueva doncella:

- Mañana tempranito, después que me marche, tienes que barrer el patio, limpiar la cabaña, preparar la comida y lavar la ropa. Luego tomarás del granero un celemín de trigo y lo expurgarás del maíz que tiene mezclado. Procura hacerlo todo, porque si no te comeré a ti.

Después de esto, Baba-Yaga se puso a roncar, mientras que Vasilisa, poniendo ante la Muñeca las sobras de la comida y vertiendo amargas lágrimas, dijo:

- Toma, Muñeca mía, come y escúchame. ¡Qué desgraciada soy! La bruja me ha encargado que haga un trabajo para el que harían falta cuatro personas y me amenazó con comerme si no lo hago todo.

La Muñeca contestó:

- No temas nada, Vasilisa, come, y después de rezar, acuéstate, mañana arreglaremos todo.

Al día siguiente se despertó Vasilisa muy tempranito, miró por la ventana y vio que se apagaban ya los ojos de las calaveras. Vio pasar y desaparecer al jinete blanco, y en seguida amaneció.

Baba-Yaga salió al patio, silbó, y ante ella apareció el mortero con el mazo y la escoba. Pasó a todo galope el jinete rojo, e inmediatamente salió el sol. La bruja se sentó en el mortero y salió del patio arreando con el mazo y barriendo con la escoba.

Vasilisa se quedó sola, recorrió la cabaña, se admiró al ver las riquezas que allí había y se quedó indecisa sin saber por cuál trabajo empezar. Miró a su alrededor y vio que de pronto todo el trabajo aparecía hecho... La Muñeca estaba separando los últimos granos de trigo de los de maíz.

- ¡Oh mi salvadora! - exclamó Basilisa, - me has librado de ser comida por Baba-Yaga.

- No te queda más que preparar la comida, - le contestó la Muñeca al mismo tiempo que se metía en el bolsillo de Basilisa, - prepárala y descansa luego de tu labor.

Al anochecer, Vasilisa puso la mesa, esperando la llegada de Baba-Yaga.

Ya anochecía cuando pasó rápidamente el jinete negro, e inmediatamente obscureció por completo. Sólo lucieron los ojos de las calaveras. Luego crujieron los árboles, estallaron las hojas y apareció Baba-Yaga, que fue recibida por Vasilisa.

- ¿Está todo hecho? - preguntó la bruja.

- Examínalo todo tú misma, abuelita.

Baba-Yaga recorrió toda la casa y se puso de mal humor por no encontrar un solo motivo para regañar a Vasilisa.

- Bien - dijo al fin, y se sentó a la mesa y luego exclamó - ¡Mis fieles servidores, vengan a moler mi trigo!

En seguida se presentaron tres pares de manos, cogieron el trigo y desaparecieron.

Baba-Yaga, después de comer hasta saciarse, se acostó y ordenó a Vasilisa:

- Mañana harás lo mismo que hoy, y además tomarás del granero un montón de semillas de adormidera y las escogerás una a una para separar los granos de tierra.

Y dada esta orden se volvió del otro lado y se puso a roncar, mientras Vasilisa pedía consejo a la Muñeca.

Ésta repitió la misma contestación de la víspera:

- Acuéstate tranquila después de haber rezado. Por la mañana se es más sabio que por la noche, ya veremos cómo lo hacemos todo.

Por la mañana la bruja se marchó otra vez, y la muchacha, ayudada por su Muñeca, cumplió todas sus obligaciones.

Al anochecer volvió Baba-Yaga a casa, visitó todo y exclamó:

- ¡Mis fieles servidores, mis queridos amigos, vengan a prensar mi simiente de adormidera!

Se presentaron los tres pares de manos, cogieron las semillas de adormidera y se las llevaron. La bruja se sentó a la mesa y se puso a cenar.

- ¿Por qué no me cuentas algo? - preguntó a Vasilisa, que estaba silenciosa - ¿Eres muda?

- Si me lo permites, te preguntaré una cosa.

- Pregunta, pero ten en cuenta que no todas las preguntas redundan en bien del que las hace. Cuanto más sabio se es, se es más viejo.

- Quiero preguntarte, abuelita, lo que he visto mientras caminaba por el bosque. Me adelantó un jinete todo blanco, vestido de blanco y montado sobre un caballo blanco. ¿Quién era?

- Es mi Día Claro - contestó la bruja.

- Más allá me alcanzó otro jinete todo rojo, vestido de rojo y montando un corcel rojo. ¿Quién era éste?

- Es mi Sol Radiante.

- ¿Y el jinete negro que me encontré ya junto a tu puerta?

- Es mi Noche Oscura.

Vasilisa se acordó de los tres pares de manos, pero no quiso preguntar más y se calló.

- ¿Por qué no preguntas más? - dijo Baba-Yaga.

- Esto me basta, me has recordado tú misma, abuelita, que cuanto más sepa seré más vieja.

- Bien - repuso la bruja, - bien haces en preguntar sólo lo que has visto fuera de la cabaña y no en la cabaña misma, pues no me gusta que los demás se enteren de mis asuntos. Y ahora te preguntaré yo también. ¿Cómo consigues cumplir con todas las obligaciones que te impongo?

- La bendición de mi madre me ayuda - contestó la joven.

- ¡Oh lo que has dicho! ¡Vete en seguida, hija bendita! ¡No necesito almas benditas en mi casa! ¡Fuera!

Y expulsó a Vasilisa de la cabaña, la empujó también fuera del patio y luego, tomando de la cerca una calavera con los ojos encendidos, la clavó en la punta de un palo, se la dio a Basilisa y le dijo:

- He aquí la luz para las hijas de tu madrastra. Tómala y llévatela a casa.

La muchacha echó a correr alumbrando su camino con la calavera, que se apagó ella sola al amanecer...

Al fin, a la caída de la tarde del día siguiente llegó a su casa. Se acercó a la puerta y tuvo intención de tirar la calavera pensando que ya no necesitarían luz en casa, pero oyó una voz sorda que salía de aquella boca sin dientes, que decía: «No me tires, llévame contigo».

Miró entonces a la casa de su madrastra, y no viendo brillar luz en ninguna ventana, decidió llevar la calavera consigo.

La acogieron con cariño y le contaron que desde el momento en que se había marchado no tenían luz, no habían podido encender el fuego y las luces que traían de las casas de los vecinos se apagaban apenas entraban en casa.

- Acaso la luz que has traído no se apague - dijo la madrastra.

Trajeron la calavera a la habitación y sus ojos se clavaron en la madrastra y sus dos hijas, quemándolas sin piedad. Intentaban esconderse, pero los ojos ardientes las perseguían por todas partes...

Al amanecer estaban ya las tres completamente abrasadas, sólo Vasilisa permaneció intacta.

Por la mañana la joven enterró la calavera en el bosque, cerró la casa con llave, se dirigió a la ciudad, pidió alojamiento en casa de una pobre anciana y se instaló allí esperando que volviese su padre.

Un día dijo Vasilisa a la anciana:

- Me aburro sin trabajo, abuelita. Cómprame del mejor lino e hilaré, para matar el tiempo.

La anciana compró el lino y la muchacha se puso a hilar. El trabajo avanzaba con rapidez y el hilo salía igualito y finito como un cabello. Pronto tuvo un gran montón, suficiente para ponerse a tejer, pero era imposible encontrar un peine tan fino que sirviese para tejer el hilo de Vasilisa y nadie se comprometía a hacerlo.

La muchacha pidió ayuda a su Muñeca, y ésta en una sola noche le preparó un buen telar.

A fines del invierno el lienzo estaba ya tejido y era tan fino que se hubiera podido enhebrar en una aguja.

En la primavera lo blanquearon, y entonces dijo Basilisa a la anciana:

- Vende el lienzo, abuelita, y guárdate el dinero.

La anciana miró la tela y exclamó:

- No, hijita, ese lienzo, salvo el zar, no puede llevarlo nadie. Lo enseñaré en palacio.

Se dirigió a la residencia del zar y se puso a pasear por delante de las ventanas de palacio.

El zar la vio y le preguntó:

- ¿Qué quieres, viejecita?

- Majestad - contestó ésta, - he traído conmigo una mercancía preciosa que no quiero mostrar a nadie más que a ti.

El zar ordenó que la hiciesen entrar, y al ver el lienzo se quedó admirado.

- ¿Qué quieres por él? - preguntó.

- No tiene precio, padre y señor, te lo he traído como regalo.

El zar le dio las gracias y la colmó de regalos. Empezaron a cortar el lienzo para hacerle al zar unas camisas...

Cortaron la tela, pero no pudieron encontrar lencera que se encargase de coserlas. La buscaron largo tiempo, y al fin el zar llamó a la anciana y le dijo:

- Ya que has sabido hilar y tejer un lienzo tan fino, por fuerza tienes que saber coserme las camisas.

- No soy yo, majestad, quien ha hilado y tejido esta tela, es labor de una hermosa joven que vive conmigo.

- Bien, pues que me cosa ella las camisas.

Volvió la anciana a su casa y contó a Vasilisa lo sucedido y ésta repuso:

- Ya sabía yo que me llamarían para hacer este trabajo.

Se encerró en su habitación y se puso a trabajar.

Cosió sin descanso y pronto tuvo hecha una docena de camisas.

La anciana las llevó a palacio, y mientras tanto Vasilisa se lavó, se peinó, se vistió y se sentó a la ventana esperando lo que sucediera.

Al poco rato vio entrar en la casa a un lacayo del zar, que dirigiéndose a la joven dijo:

- Su Majestad el zar quiere ver a la hábil lencera que le ha cosido las camisas, para recompensarla según merece.

Vasilisa la Hermosa se encaminó a palacio y se presentó al zar. Apenas éste la vio se enamoró perdidamente de ella.

- Hermosa joven - le dijo, - no me separaré de ti, porque serás mi esposa.

Entonces tomó a Vasilisa la Hermosa de la mano, la sentó a su lado y aquel mismo día celebraron la boda.

Cuando volvió el padre de Vasilisa tuvo una gran alegría al conocer la suerte de su hija y se fue a vivir con ella.

En cuanto a la anciana, la joven zarina la acogió también en su palacio y a la Muñeca la guardó consigo hasta los últimos días de su vida, que fue toda ella muy feliz.

Versión del cuento Vassilissa la bella

La doctora Marie Louise von Franz encuentra que el cuento Vassilissa la bella es la versión más completa de la Cenicienta, donde el universo de lo arquetípico femenino está en juego y ha de trabajarse.

http://www.oldrussia.net/vas.html